martes, 25 de diciembre de 2007

Texto de mi autoria sin titulo



Ayer se cumplieron tres años de que mi hijo de 6 añitos fue asesinado. Ese fatídico día él queria salir a jugar a la plaza, eran apenas pasadas las 18 hs de un dia de invierno, mi esposa se opuso, Carlitos tenía algo de tos. Yo quise ser un “buen padre” y lo llevé a hamacarse. Todo transcurría de forma normal, de repente veo venir un dos pesonas corriendo a toda velocidad, una de ellas de repente saca un arma y comienza disparar justo hacia donde estaba Carlitos, que era por donde venian tres policias. Salí corriendo para taparlo con mis brazos y hasta pensé casi haberlo logrado. Ví como se iban corriendo los hijos de puta y aliviado mirè a mi hijito, pero el alivio fue falso, miré su frentecita y lo único que observé fue un hoyo en medio de su cabecita y la sangre brotando y cayendo sobre mis manos. No grité, ni siquiera lloré en ese momento, no me daba cuenta lo que había pasado. Murió en el acto, en el hospital no pudieron hacer nada. A los tres meses de su muerte mi esposa se fue a vivir con su madre. Renuncié a mi trabajo y comenzé terapia psicoanalitica con la Licenciada Viviana Pietra. De esto hace ya dos años, en el medio conseguí un trabajo tranquilo como administrativo en una empresa de turismo, mi anterior trabajo como abogado era agobiante y no hubiera podido soportar una presión sin sentido.

La terapia me sirvió muchisimo, la culpa me carcomía, no pasaba un día sin sentirme responsable de su muerte. El culpable jamas fue atrapado, ni siquiera identificado, pero no me importó, estaba mas alla de eso. Cuando visitaba su tumba los primeros meses le llevaba sus juguetes preferidos y los dejaba al lado de las flores y hacía como si estuviera jugando con él, las lagrima caían de mis ojos intermitentemente, pero yo sentía que estaba con él. Siempre fui una persona sin religión, Carlitos ni siquiera estaba bautizado, no sé que pasó con su alma o espiritu, no se si está en el “limbo”, o en el cielo o si es que no está en ningún lado. Aun hoy me pregunto si cuando la muerte me tome a mi podré reencontrarme con él y abrazarlo y pedirle perdón por no haberlo protegido como lo merecía, como un buen padre debe hacerlo. Jamas se me cruzó por la cabeza volver a tener otro hijo, la sola idea me aterra, tuve mi oportunidad y de un día para otro se había esfumado. La Licenciada Pietra me llevó “de paseo” por mi mente, por mi infancia, por mi adolescencia, intentando comprender cada parte de mi ser, de alguna forma, eso me ayudó a procesar la ida de Carlitos. A ella le llevaba fotos de él para que lo viera, no se si ella realmente miraba las fotos o si hacía que las miraba para no lastimarme. Las partidas de ajedrez con los amigos perdieron su magia, la música también, las películas ya no me hacian reir, ni siquiera me entretenían y los dramas directamente los evitaba. El único lugar donde algo de refugio encontraba era en los libros, pero no tanto como antes. Mi vida estaba perdiendo el sentido, y yo sentía que no quería vivir mas.

Pero todo esto es parte de un pasado indeleble, hace aproximadamente tres meses algo comenzó a cambiar, la alegría pérdida en un balazo certero pero con destino equivocado se hizo carne en mí de a poco. No entiendan mal, jamas volveré a ser la persona que fui, jamas, eso es un imposible, pero al menos, ya puedo sonreir sinceramente y sin culpa. Ya puedo verme al espejo y no creer que todo en mi vida había sido un error, todo menos Carlitos, por supuesto. Sentía un vacio existencial inmenso, como si la noche se hubiera apoderado de mi alma. Hoy ya no puedo decir nada de todo eso. Mi psicoanlista es la responsable. Es única, la admiro profundamente. No se exactamente qué hizo, ni cómo. Pero fue su ayuda lo que me condujo nuevamente a la vida, a disfrutar de placeres que había abandonado. Mis palabras hicieron que las suyas cobraran una dimensión de sanación espiritual que invadió mi mente hasta llevarla a un equilibrio maravilloso. Lo he hablado con ella, se lo he agradecido. Ella cree que la terapia ha concluido, que ya no hay mas nada que hacer, que este camino nuevo puedo transitarlo yo solo, que tengo las herramientas para poder seguir adelante. Hasta he impulsado un reencuentro con mi mujer que parece bien encaminado, hemos conversado sobre la posibilidad de volver a vivir juntos, de intentar volver a ser una pareja. Nos amamos, pero lo que nos pasó fue devastador, y ese amor que nos sentiamos (y que nos sentimos) quizas no alcanze, pero tenemos que intentarlo. Ambos nos merecemos la oportunidad de ser felices.

Aún recuerdo, y con esto quiero terminar este breve relato, el día en que llegué al consultorio de la Licenciada Pietra por primera vez. Era en un segundo piso, así que preferí ir por las escaleras de ese edificio antiguo pero tan bien mantenido. En el primer piso pasé por una puerta en la que alguien habia pegado una estampita de Jesus que decía “Yo soy el camino” y pensé “esto es una señal”. Ese momento entre el primer y el segundo piso fue el único momento en que creí honestamente en Dios, improvisé unas palabras y le pedí “por favor, ya no se qué hacer, que esta psicologa no me falle”.

Alberto Ramirez, 9 de Julio de 1999

1 comentario:

  1. te kelo lokito

    jajajaja



    se mi profe de orto.grafia
    jaja a re



    beshotes





    Anyel

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